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diario, primer amor

10 Nov
Only the deepest love will persuade me into matrimony”
 
Elizabeth Bennet- Pride and Prejudice


...

Diario, julio de 1997

…Y me acompañó en la bici violeta. Salíamos de nuestras obligaciones parroquiales, ingenuos, tímidos. Él con su bici, yo con mis calzas cortísimas al borde del escándalo y mi buzo estilo hockeyano. Hace un año ya de nuestra amistad. Cada vez lo extraño más.

“Me gusta mi mejor amigo. Esto es un drama. No me va a dar bola nunca”_ dije  a Vera.

“Nena, está con vos, no te das cuenta como te mira?

“Todas están enamoradas de él” Justo a mi?

“Si nena, está con vos. Todos lo sabemos menos vos. El otro día casi se mata a piñas con J.”

“Pero eso es por amistad”

“Pleaseeee, so naif”

Siempre mis amigas creyeron más en mí que yo misma, esto se iría marcando con los años. El examen de realidad no me confirmaba los hechos.

Hasta que ese día, domingo, en el bar de la esquina, mientras le temblaban las rodillas, me pidió de salir.

Si, le dije emocionada.

“Sos el equivalente a mi felicidad”_ tiró al aire, como si nada,  sin poder sostener la mirada.

Pero de la teoría, del bla bla,  no pasaba al acto. Me llevó a casa, y no me daba un beso. Yo nerviosa, crecía mi irritación.

“Estamos saliendo! No me vas  dar un beso?”_ lo increpé.

Se puso rojo.

Entonces el beso se lo di yo.

Años después, ya novios comprometidos, me confesó “nunca te voy a perdonar cómo me avanzaste” “pero quiero estar con vos toda la vida de todas maneras, aunque seas tan atrevida”

Mariano, mi primer amor. El del aprendizaje inocente, el del compañerismo desmedido.

A quien dejé en Ezeiza una mañana de enero rumbo a la Europa de mis sueños, en lágrimas, con promesas de extrañar.

No sabíamos que mi sed de aventura y de buscar nuevos horizontes, de crecer, de aprender, eran más fuerte que mis dudas.

No sabíamos que nuestras edades y el contexto de rigurosidad de clanes y elites en los que habíamos crecido condicionaba, al despertar de ese mal sueño, nuestra sed por buscar “algo más”.

No sabíamos que las tierras griegas traerían efectivamente una tragedia dionisíaca con nombre masculino.

No sabíamos que, al regreso, seríamos dos perfectos y completos extraños.

La malévola y tramposa influencia bennetiana de la infancia.

socias de pequeñas, hermanas de la vida (1)

21 Ago

«Maybe we could be our soul mates, and then, let men be just these great cute guys to have fun with»

Sex and the City, Charlotte dixit.-

…..

Lucía y Camila se conocieron cuando tenían 12 años en un colegio de pueblo, de monjas para niñas, bajo la condición excluyente sine qua non de no poseer apéndice viril.

Al principio no se soportaron, pero no les quedó otra que sentarse juntas porque se habían quedado sin amigas ambas.

Típicos duelos de la escuela primaria.

“Te querés sentar conmigo?” dijo Lucía, resignada ante su única opción.

“Bueno dale” aceptó Camila, sin ver otras caras amigables, revoleando los ojos.

En el inicio, tal cual génesis, Camila no le prestaba la goma ni dejaba a Lucía que se copiara en las pruebas. Egoísta como ella sola y malcriada.

Lucía quería mirar la hoja de Camila y le reventaba que, si bien Camila tomaba la regla de Lucía sin pedir permiso, no había retribución de su generosidad. Qué tipa jodida.

Con el correr de los días se dieron cuenta que entre tanto abismo aparente entre ellas, la una la nerd del grado y la otra, la popular que ya salía a sacudirse en las matinés, había un germen de luz en común: los cursos, los proyectos y ambicionar algo para sus vidas.

Surgió primero el hacer inglés juntas en la Cultural. La nerd se imaginaba a si misma una alta ejecutiva y el english era un tool necesario, proyectando 10 años mínimos hacia delante.

Lucía y su inteligencia nata ambicionaba algo más para su vida que una vida de pueblerina y un almacén de barrio y el inglés prendió también.

Camila la pasaba a buscar a las 8 de la mañana los sábados, y una Lucia trasnochada la recibía y le metía excusas inverosímiles mientras se sacudía el pintalabios Tammy de la boca.

Camila se iba furiosa y sola a inglés a formarse.

Camila no estudiaba nunca y se sacaba diez. Lucía se esforzaba y también le iba bien. Dejó de faltar también. Camila prometió y juró no gastarse la plata destinada a sus cursos en ropa de pueblo.

Después surgió tenis. Ser tenistas en Roland Garros era un sueño muy lejano para sus cuerpos poco hábiles, así que siguieron con hockey. Quedaron los palos de hockey en un rincón poco a poco. Después finalmente calzaron con Aerobics y Step. Calzas, medias azules y coreografías. Ahí si que eran buenas.

Con el tiempo empezaron a conocerse de verdad. Ambas querían salir de sus encierros hogareños. Una, Camila, sobreprotegida y a la que no dejaban salir ni a la esquina, con los cursos encontraba la salida justificada y los permisos: así se permitía escapar de inglés y se tiraban en la calle a ver chicos lindos y comer sándwiches.

La otra, solitaria en su casa, encontraba en Camila un refugio para comer torta de chocolate en la familia numerosa de Camila y no trasnochar tanto.

Camila amaba la ropa de Lucía. Lucía jugaba con las hermanas de Camila. A Lucía le divertían las caras de Camila. A Camila le gustaban los planes de ver chicos lindos que Lucia conocía del barrio. Iban a bailar pero solo si el papá de Camila las iba a buscar.

Al año siguiente, se volvieron a sentar juntas. Pero esta vez se eligieron sin dudar.

Formaron el fans club de New Kids On the Block. Atisbos de empresarias , a  los 14 años facturaban merchandising traído de USA para sus “socias”, editaban una revista, cobraban a las socias que querían ingresar a tan selecto club. Robaban hojas en la calle Florida de sus ídolos adolescentes debajo de las remeras y corpiños. Y luego las revendían. Tuvieron hasta su propio programa de radio.

Armaron “la fiesta de los New Kids” en selecto salón con pantalla gigante y plataforma elevable y duplicaron la inversión.

Llegaron los primeros besos, las primeras caricias con los chicos del barrio. Los primeros recitales, los primeros anillos y vestidos bobos de fiestas de quince con los infaltables zapatos brujitas.

Se nutrían ambas como una arteria de un mismo cuerpo: Camila se hizo menos nerd y empezó a disfrutar la adolescencia. Empezó a rebelarse, a mentir, a fugarse, a no ser tanto la nena buena.  Lucía no salía tanto de noche y compartía más las horas del día con Camila. Encontró la hermana que no tenía.

Con los años se hicieron amigas inseparables. Hermanas.

Como una arteria central e indispensable de un mismo cuerpo, como órgano vital, hasta se las llegó a considerar lesbianas y empezaron a parecerse físicamente.

Hicieron amigos en común, tuvieron novios, sufrieron pérdidas irreparables.

Se pelearon en quinto año. Complot, mentiras, pendejadas se entremezclaron y en la fiesta de egresados Camila lloró toda la noche sola en un rincón. Lucía ya  no la quería en su vida.

Típicos duelos de la escuela secundaria.

Una muerte vendría a tan temprana edad a empañarlo todo. También a volvería a reunirlas.

Lucia se enteró que en esos años Camila hizo el viaje a Europa de mochilera que tanto habían planificado juntas años anteriores,  noches enteras, marcando ciudades, soñando iglesias, tocando óleos, pero con otra amiga. Camila había hecho su vida sin ella.

Intentó reconquistarla con ir juntas al mismo gimnasio pero Camila estaba en otra. Nuevamente el tiempo intervino con sus gaps.

Pasaron 6 años. Ya, 22 años,  surgió un hecho inesperado.  Un giro rotundo y un poco kitsch en la historia de nuestras heroínas.

Uno de los New Kids venía a Argentina.

Una la llamó a la otra. Vamos? Somos grandes…. si ya se, pero sería cobrarnos una deuda pendiente…

Tuvieron la foto anhelada con su ídolo. Y no se separaron más.

“Te extrañe estos años.”

“Yo también. No hubo un día que no me arrepintiera de pelearme con vos.”

Hasta que la crisis del 2001 y los sueños de volar lejos de Lucía las separó, pero solo físicamente.

Ellas aún desconocían que el destino que ambas elegirían tan disímiles, las uniría nuevamente.

Camila se transformó en una ejecutiva medianamente exitosa lidiando con políticas y villanos.

Lucia se dedicó a disfrutar del arte y la fotografía, el periodismo, los viajes, la vida plena lejos de las exigencias corporativas.

Pero son hermanas, y su naturaleza recordó y tomó cuerpo. El órgano vivo unitario hizo nuevamente sinapsis. El latir de sus venas y fibras se acentuó. El destino las volvería a reunir en un mismo lugar, aunque no físicamente.

La arteria seguía viva, solo que se estiraba unos miles de kilómetros por sobre hilos de océano mar.

Continuará