A la salida de un viernes como hoy, pesado, caluroso, me dirigía al garage de la empresa para buscar mi auto. Como siempre, tenía el tiempo contado: el plomero me aguardaba en 25 minutos en los que debía lograr abarcar la General Paz, Lugones y salir por Sarmiento con la consabida larga fila de autos en ese experimento que realizaron que tanto nos ha facilitado la vida a los palermitanos.
De repente, antes de la entrada al garage, observo que una empleada de la empresa, en sus 50s, con quien nunca había hablado pero que conocía de vista, estaba arrodillada en el pasto. Obviamente la miré, y me di cuenta que estaba arrancando flores o yuyos.
Extraña flora la de San Martin_pensé_ todo producto encuentra su plaza, finally.
Seguí de largo y redirigí mi visión hacia el garage, pero al verse en una extraña situación, la señora se paró y me siguió.
Estaba arrancando tréboles de 4 hojas, me dijo, dándome explicaciones que yo no le había pedido, pero que evidentemente mi mirada sí.
Y mira, encontré uno de 5 hojas!
Como es mi costumbre, o fluyen las palabras más inadecuadas, o me llamo a silencio sepulcral, bien polar como suelo ser.
Ah! Que lindo! _ le contesto, evasiva_ lo bien que vienen esos de vez en cuando.
Mi mala suerte serial me viene acompañando desde aquel día. Aquel día en que, llena de huevos podridos, yerba y otros males me recibí de licenciada.
Vino, sin avisarme, con un ramo de rosas amarillas, que son mis favoritas, Y me propuso casamiento.
Ante esta disyuntiva, acepté aunque con dudas en mi interior.
Dudas que podía haber desestimado, como me han marcado varios, no existe lo perfecto, hay que elegir, que más querés….
O como, los menos, han aplaudido, cuando dejé el vestido y las invitaciones a mitad de camino el año entrante. Llanto de la suegra, llanto de mamá.
A veces desviarse te trae lo mejor. Tengo miles de casos donde podría contar como las cosas fueron mejor.
Y a veces no pasa nada, como en mi caso, al menos hasta ahora, donde la duda de un castigo divino ante lo que la vida ofrecía avizora en la neurosis más pronunciada. Al fin y al cabo, no creo en gualichos o pócimas mágicas.
La cuestión que, la señora P. me regaló el trébol.
No nena, llevatelo y que te venga la buena suerte, guardatelo en la billetera. Yo no creo en las brujas, pero que las hay las hay….me contestó, ante mi explicación de estar en una “mala racha”.
Llevatelo y además bañate con ruda del cuello para abajo (más que la ruda me llamó la atención lo del cuello para abajo. ¿Qué pasaría si en mi torpeza se me ocurre salpicarme la cabeza???)
Subí al auto, y me puse a pensar mientras conducía.
En todas las situaciones vividas, que pueden ser también leídas como signos de buena suerte, depende el ángulo en el que se las mire.
En la sucesión de eventos macabros.
En las lágrimas derramadas.
En las risas y las alegrías también disfrutadas.
Girando bruscamente en Lugones, grité.
El trébol salía volando por la ventana, sin que pudiera hacer nada.
Nada para impedirlo.
Y culpándome, ante mi descuido, pensé en el resto de mis culpas, mis responsabilidades, y el resto de mis descuidos, no atesorando y recelando, sino despidiendo por la ventana.
Hasta que me acordé, respiré nuevamente, ay siii, qué alivio…
Todavía me queda el baño de ruda…
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